“Recuerde el alma
dormida, avive el seso y despierte; contemplando, como se pasa la vida, como se
viene la muerte…”
Me molesta el tic-tac
del reloj, y aunque intente acostumbrarme no lo consigo. Supongo que es porque
me molesta que pase el tiempo, porque me pone enferma oír los segundos pasar a
ser segundos muertos mientras yo lo observo y callo, sin aprovechar el momento.
Veo los días pasar por la ventana, y los meses, y los años, y los siglos. Veo
como la gente cambia, como se enfadan por tonterías y dejan pasar el tiempo,
como al cabo de los años la muerte los separa y nunca se arreglaron…
Y la vida pasa, y la tierra sigue girando, y
la gente sigue sin darse cuenta. Nadie piensa en que cualquier día puede ser el
último, ni en que cualquier día puede ser el último de alguien querido. Que nos
enfadamos con nuestros padres pero que puede ser que un día ya no vuelvan, y seguro
que esa última discusión se quedaría marcada para siempre. Que la gente no es
eterna, y mucho menos su efímera existencia.
Reflexionando, el
reloj de mi cuerpo retrocede, regresan los segundos muertos y empiezo a
aprovecharlos. Ahora ya no me molesta el sonido del reloj; sé que cada minuto
que pasa, cada día que muere va a haber servido de algo, y que mi vida no va a escapárseme
de las manos.