Esas miradas que lo dicen todo, y esos silencios que hablan más que las palabras. Esos momentos en que
te veo y me entra dolor de tripa; ahora, que con todas esas mariposas dentro no me extraña. Esos ojos azules, que
evocan un mar entero, donde perderse y no volver; esos ojos azules que muestran
el interior de
tu alma, tus más profundos sentimientos y miedos. Esa
sensación de no poder parar de sonreír al hablar contigo, que no desaparece nunca, que me tiene feliz aun
sabiendo que todo lo que hubiéramos
podido tener ha terminado. Eso de imaginarte abrazándome, o besándonos, o más bien recordándolo.
Verte la boca al hablar y tener la tentación de decir: “Cállate y bésame, o lo voy
a hacer yo”.