miércoles, 23 de abril de 2014

CARTA 2410


Esta es la carta 2410 que escribo, y seguramente la 2410 que voy a acabar lanzando al fuego. ¿Sabes? No sé porqué he estado todo este tiempo escribiéndote. No sé porqué he estado recordando tus ojos, tus labios, tu pelo. No sé siquiera porqué sigo acordándome de tu nombre, amor; lo que sí sé (aunque temo aceptarlo) es por qué lo aprendí una vez. Los días se hacían más cortos y brillantes y la oscuridad de las noches daba menos miedo. La cafeína empezaba a no hacerme efecto si te tenía en mi cama y te podía abrazar, el invierno parecía menos invierno y la primavera no nos abandonaba nunca.
Luego llegó Marzo y todo cambió, tú ya no eras el mismo y no sé bien el porqué, pero te veía mayor y distinto, más lejano, menos como siempre. Recuerdo tu cara impasible, como si tus palabras no significaran para ti lo más mínimo. Susurraste que te ibas, que necesitabas escapar de todo, alejarte si mirar atrás; y esto me implicaba también a mí, yo no formaba parte de este plan de fuga repentino. Aún así supe que yo te seguiría hasta el fin del mundo, aunque fuera solamente en la distancia. Supe que no olvidaría las tardes en la playa ni las pecas de tu cuerpo, supe que seguiría tomando café y corriendo bajo la lluvia, que no dejaría de leer cada tarde y de soñarte cada noche.
Aún así pasaron los días, y las noches; volvió otra vez Marzo y los días seguían tan largos como siempre, era como si cada día que pasabas lejos añadiera segundos al reloj. Te esperé en la estación dónde te vi marchar la última vez; lloré, chillé tu nombre, lo escribí en cada banco que había sido testigo de alguno de nuestros besos. Pero tú jamás apareciste. El cristal parecía menos transparente, el mar se veía menos seguro. Entonces fue cuando empecé a escribir, a redactar largas cartas que luego lanzaba al fuego y observaba consumirse. Igual así me dolía menos, igual así me dolía más. Pero ahora ya, ¿qué más da?




sábado, 19 de abril de 2014

Ah, l'amor.

Segurament no eren l'un per a l'altre; és clar que no, pot ser que ni tan sols hi hagi algú per a cada persona, pot ser que ni tan sols hi hagi algú per a ningú. L'única cosa que sé del cert de la seva història, és que s'estimaven. S'estimaven a la seva manera, cadascú com sabia, improvisant dia a dia; hi havia dies en que no sabien com seguir, llavors eren dies tristos per a ells, no podien deixar de preguntar-se el perquè a ells i els seus ulls es tornaven grisos i perdien tota la seva llum. Altres dies no es trobaven a faltar i ni tan sols sabien el perquè.. ho intentaven i ho intentaven, però res feia efecte; el que encara no havien descobert era que, volent-ho, la il·lusió i la bogeria inicials tornarien. Però després venien finalment els dies en què es veien cara a cara, en què es besaven, s'acariciaven, es feien l'amor.. En aquests dies els "t'estimo" sortien sols, no havien de buscar-los ni perseguir-los, no havien de crear-los.
La veritat és que no sé què se n'haurà fet d'ells després de tants anys, però saps? L'última vegada que la vaig veure, li vaig preguntar com podien seguir junts sabent que no era per sempre, sabent que tenien una data límit en la qual haurien d'escollir entre dos camins i cap dels dos els portava a l'eternitat. Saps què em va respondre? Que s'havia enamorat, perduda i idiotament. Que cada vegada que li feia un petó tenia la certesa que en aquell moment era tot el que necessitava, que tenia davant tot el que volia. I que encara que sabia que li quedaven uns pocs mesos, l'amor seguia guanyant al dolor.


miércoles, 16 de abril de 2014

El pou darrere la porta

"-En poques paraules -va afegir la dona-: vivíem al trentè pis. Estava espatllat. L’ascensor, vull dir, no pas el meu marit. La nostra relació sí que ho estava. Ningú no es veu amb cor de baixar a peu trenta pisos i tornar-los a pujar amb l'únic propòsit d'anar a comprar tabac. Sobretot si tens els bronquis enquitranats com una carretera comarcal. Com estava dient, el meu home s'havia quedat sense tabac, però l'ascensor no anava bé. Havíem avisat el tècnic dos dies abans, però no hi havia forma humana que es presentés. Aleshores, de cop i volta, va arreglar-se tot sol, l'ascensor. Al pitjor moment, diria jo. Al moment més perillós. El meu home va poder agafar-lo per anar a comprar cigarrets, però un cop a baix, quan ja era al carrer, va tornar-se a espatllar. Com si s'hagués arreglat expressament per deixar-lo fugir de casa. De vegades penso que hauria tornat, però quan va veure que havia de pujar trenta pisos a peu, va decidir que l'esforç no pagava la pena, i per això va tocar el dos, Com si ja hagués fet prou esforços a la vida. Sí, de vegades penso que tornarà tard o d'hora. -Va mirar-se el rellotge per enèsima vegada.- Més tard que d'hora, segurament..."

martes, 15 de abril de 2014

And fear wins again



I must confess: being in love creeps me out. That’s true, love is the most beautiful feeling on earth, the way you feel when he looks at you, when he touches you or when he kisses you is simply amazing; but that’s also the most frightening feeling: one same person can decide whether take you to the moon or destroy you. And sometimes, fear beats heart.

martes, 8 de abril de 2014

Tempus Fugit


00.24 am. Cierra la puerta con llave, no quiere que la molesten. Coge papel, un bolígrafo y se sienta en la silla frente al escritorio. Queda encandilada con la foto de su familia hace uno o dos veranos, y el recuerdo de esos días casi consigue echarla atrás. Pero luego piensa en los últimos meses. Piensa en las burlas, las palabras, los golpes. Su vida no tiene importancia para nadie. Una lágrima cae encima de la hoja de papel. Una de las miles que ha llorado ya. Eso la hace firme; firme en su decisión, en su intención de abandonarlo todo.
Aunque sabe que no es el camino correcto, ya no puede más; está harta de luchar y perder todas las batallas, de sentirse en un mundo que ya no es el suyo. Aprieta el bolígrafo entre sus dedos y empieza. Escribe dos líneas, las relee, arruga el papel y lo tira al suelo. Así una, y otra, y otra vez. Hasta que termina por escribir cuatro líneas, que no resumen ni de lejos todo lo que puede que le pase por la cabeza.
“Papá, mamá, mi querida hermanita: lo siento mucho pero ya no puedo más. Lo he intentado todo, aunque parece que ninguno de vosotros se ha dado cuenta. Ahora, en la oscuridad de la noche, he decidido abandonarlo todo. Tan solo quiero que no os sintáis culpables, que no me lo hubierais podido impedir. Simplemente debéis saber que os quiero. “
Dobla el papel, lo pone dentro de un sobre y le echa su colonia favorita. Encima de la mesa deja también su medallita de oro de bautizo, juntamente con la muñeca que su hermana siempre le quitaba. Solían pelearse por ella años atrás; ahora que ella va a desaparecer la muñeca tendrá que ser su compañera de viaje.
Se levanta y se desviste lentamente; luego se pone el albornoz de seda que su abuela le regaló por su último aniversario. Cuando decide que la habitación esta como debería estar, cuando ve que su santuario está preparado, cierra la puerta tras de sí y entra en el baño.
2.00 am. Abre el grifo de la bañera y deja que el agua corra. Siempre ha adorado el agua. Cristalina, pura, simple. Todo lo contrario que su vida. Seguramente por eso le gusta tanto. De pequeña nunca quería salir del mar, la hacía sentir segura. Aunque los mayores no lo entendieran, el agua era el único lugar seguro del planeta para ella.  Y lo sigue siendo. Por eso ha decidido que si tiene que consumirse, quiere hacerlo dentro del agua.
Se quita el albornoz y se mete dentro. Coge el bisturí. Le tiembla la mano, al igual que la voluntad. Pero su vida no le importa a nadie, así que finalmente lo hace. Ahoga un grito de dolor intenso. Deja el bisturí en el suelo y cierra los ojos. Un segundo, dos segundos, tres, cuatro. La sangre corre por el agua. La vida se le escapa. Pero no le importa. Se relaja y se transporta a años atrás, cuando todo estaba bien. Con esa imagen, se duerme para siempre.
8.15 am. Su madre cree que se ha dormido, por lo que llama a su habitación. Nadie responde, así que entra. No para atención a lo que hay sobre la mesa, como no la ve en la cama va directamente al baño a darle los buenos días. Llama también pero otra vez nadie responde. Termina por abrir la puerta. Chilla y cae al suelo.  Su padre sigue el grito, y en entrar se queda atónito. Es su pequeña. Llama al 112, luego abraza a su mujer. Le buscan el pulso a su niña, pero es imposible encontrarlo.
10.00 am. En la escuela convocan una reunión de alumnos urgente, en la que hablan de la muerte de una compañera. La gente entra en shock; sus compañeros de clase se sienten más culpables que nuca, unos por atacarla y otros por no evitarlo. Chicos y chicas lloran por la pérdida de una chica a la que ni siquiera habían intentado conocer, les bastaba con verla sufrir. Pero en el fondo nunca habían querido que esto llegase a tanto. Hasta los profesores se maldicen a sí mismos por no haberse dado cuenta de que ella hacía tiempo que no estaba realmente en las clases, no por su desinterés sino por sus daños interiores. La escuela entera se da cuenta de lo que pasaba pero nunca habían querido ver.  
18.00 pm. Los padres tienen que decirle a la pequeña que su hermana mayor no va a volver, que su heroína ha partido hacia un lugar del que jamás no regresará. Se tira en la cama. Llora. Maldice el mundo con palabras de una niña de ocho años. Abraza la muñeca que ella le ha dejado y no vuelve a soltarla, por miedo a que desaparezca como su antigua ama.
Un año más tarde, la gente aun no lo ha superado del  todo.  Rabia. Pena. Culpa. Rabia. Culpa. Culpa. Sus antiguos compañeros han quedado marcados por su falta de humanidad. Los nuevos en la escuela han aprendido una lección de por vida; nadie más va a sufrir cómo ella, no van a permitirlo. Su madre no ha conseguido aun entrar en la antigua habitación, su padre se sigue culpando por no haberse dado cuenta antes de lo que pasaba. Y queda su hermanita, que  sigue llorando y aferrándose a la idea de que un día su heroína va a volver.